Margarita del Carmen Brannon Vega (1899 – 1974), conocida por su seudónimo Claudia Lars, fue una poeta salvadoreña. Publicó más de diecisiete libros en los que trata temas como la opresión al pueblo campesino, entre otros.
Hermanos
Peso del aire, vuelo de la tierra en opuesta verdad y simbolismo; doble color del cielo y del abismo que el ojo exacto de la vida encierra.
Sal aceptada, dulcedumbre en guerra, paisaje del espejo y de ti mismo; isla del sueño, mágico bautismo, ángel sin voz que llama y que destierra.
Vamos -niños de polvo, gotas ciegas- en ansias verticales o vencidas cumpliendo lo mandado por entregas.
Es anillo de muerte el que nos junta. Y en asombro de encuentros y partidas se vuelve de ceniza la pregunta.
A Chistina Georgina Rossetti
¿Dónde crece el manzano marinero que sabe de la espuma y la colina? ¿En dónde la granada granadina para el cumpleaños del amor primero?
¿Va en el aire tu acento verdadero o duele a media sangre, como espina? ¿Se esconde bajo el sueño que adivina el luminoso viaje del lucero?
Celeste afán, latido que perdura, forma girante, frágil vestidura y un rostro leve que al silencio asoma.
Hoy la belleza duerme en el olvido… Mas yo guardo en la voz tu nombre herido con una flor azul y una paloma.
Dibujo del regreso
Para Alberto Velásquez Alza la dulce muerta su carne soterrada en verdes que se extienden del suelo a la retina. Con un gesto de flor responde a tu llamada; sobre su nombre nuevo un pájaro se inclina. Lo demás… gracia rota, palabra peregrina, corazón exprimido y sueño sin morada, como fuego celeste -¡trémula serafina!- permanece en tu amor y quema en tu mirada. La dulce muerta vive bajo signo de ausencia: en visiones fugaces, en hundida presencia, y guarda tu secreto una piedra de llanto. Un día sin nostalgia, recobrada y exacta, -vuelo, corola y rostro de primavera intacta- ha de entregarla a todos el clima de tu canto.
Niño de ayer
Eras niño de niebla casi en la nada; nombre de mi sonrisa detrás del alma.
Y era un barco dichoso de tanto viaje y un ángel marinero bajo mi sangre.
Subías como el lirio, como las algas; en tu peso crecía la madrugada.
Y alzando el aire joven sus ademanes ya marcaba tu fuerza de vivos mástiles.
¡Prado de nieve limpia, bosque de llamas!… Y tú, semilla dulce, bien enterrada.
Escondido en mi pulso, sin entregarte; pulsando en los temores de mi quién sabe.
Buscabas en mi pecho bulto y palabra; entre mis muertos ibas buscando cara.
Salías de la torre de las edades y en las lunas futuras dabas señales.
No creas que te cuento cosas de fábula: para que me comprendas coge esta lágrima.
La cantora y su tiempo
Vivo un temblor de presentimientos y estoy en medio de la borrasca como la sacudida hoja de un árbol inútil.
Presencio el instante que enloquecidos visionarios anunciaron con signos de relámpagos y me dobla su fuerza incontenible y su maduro peso funeral.
Al fin se rompen los sellos del castigo y en el pequeño tragaluz de la vigilia penetra -apenas- una astilla de cielo.
El fervor de los santos huye inviolables soledades y la muda obediencia de las horas ensombrece el reloj y la pupila.
¿Por qué llora la paloma sin culpa y el amante vestido de sueños pierde su cítara de extasiado cristal?…
Se profana la cúpula del aire y demonios que desgarran la altura descienden por nubes resonantes sobre el dormido pulso de las cunas.
Afirmo que recibimos mensajes purísimos y que testigos de la estrella y el reparto anunciaron -con tónica solemne- el largo drama de columnas rotas.
De siglos viene el grito pavoroso y si buscamos en salobres canteras es fácil encontrar lo que motiva la venganza.
¿Acaso no cayó el más limpio de la tierra, con su fina cabeza agujereada y su enseñanza convertida en campana confusa?…
Hemos de liberar el espiritu, aunque el miedo circunde nuestra frente sin pájaros, aunque ruedas, planetas y siniestros autómatas nos hagan entrever -en cada atisbo- el combate de arcángeles y monstruos.
Que acuda el vigilante -el invisible huésped del lenguaje inefable- porque tal vez en interiores refugios él nos encienda y nos levante esta apagada luna.
Faena del alma es descubrir ciertas verdades, bucear en el poema hasta encontrar el blanco fondo, sacar del abismo el amor desoído, la flor de la tormenta con su belleza inmemorial.
Tanteo en mi espacio y en mi verso y anhelo romper el disfraz transitorio. Implacables defensas ocultan una orilla…la otra costa… y el turbio hermano y el hermano turbio caen sobre su miedo y sus rencores.
Hundidos estamos en este peligro, en este oscuro régimen de sangre; mas todavía entrega la colmena endulzadas praderas de agosto, y detrás de ráfagas cegadoras alientan y sonríen las amorosas islas de la amistad.
Que pasen los cadáveres con sus muecas de espanto, los textos aventados en fragmentos, las horas sin raíces y el adiós del jardín con la ceniza de sus mariposas.
Muertes y despedidas dejan tras de su huella algo invencible y al llorar lo que acaba de perderse ya estamos celebrando nuevos nacimientos.
¡Dadme mi amor y mi breve profecía!… Prepararé el escape y hablaré de la aurora a media noche.
¿No advertís que entre nieblas recoge Piscis su edad agotada? ¿No adivináis que en la rueda inmutable Acuario vierte gotas deslumbrantes y que los siglos venideros están vivos ahí… en su vibrante ánfora abismal?
Nodriza
¡Calla , mi flor de leche, mi siempre niña! Los sueños que se cuentan se hacen ceniza.
No te fíes del mar porque da y quita, ni del hombre que llega de lejanías.
Primores de este valle son tuyos, hija. Casa de calicanto te ama y te cuida.
Es mejor el silencio de tu sonrisa que todo lo que muestras por encendida.
Hay que esconder tesoros como la hormiga, porque muchos que pasan sienten envidia.
Poeta soy
Para María y Mariano Coronado Dolor del mundo entero que en mi dolor estalla, hambre y sed de justicia que se vuelven locura; ansia de un bien mayor que el esfuerzo apresura, voluntad que me obliga a ganar la batalla. Sueño de toda mente que mi mente avasalla, miel de amor que en el pecho es río de dulzura; verso de toda lengua que mi verso murmura, miseria de la vida que mi vergüenza calla. Poeta soy y vengo, por Dios mismo escogida, a soltar en el viento mi canto de belleza, a vivir con más alto sentido de nobleza, a buscar en la sombra la verdad escondida. ¡Y las fuerzas eternas que rigen el destino han de volverme polvo si equivoco el camino!
Dos sonetos a un místico
I
Amor que se cruzó por mi camino y me encontró en la sombra, abandonada. Amor que fuera luz en la callada y sombría espesura del destino.
Esencia de lo noble y de lo fino: le sorprendí brillando en su mirada. Mas no quiso hacer caso a mi llamada y transformó lo humano en lo divino.
Yo me quedé con la esperanza rota. ¡Corazón que me sangra gota a gota siempre que pongo mi ilusión en algo!
¿Por qué tan fuerte ante la vida fuerte? ¿Es que miedo a la vida le tuviste, amor que no supiste lo que valgo?
II
Abrí por ti mi corazón entero y en él pudiste ver sin velo alguno. Lo que hacerme sentir pudo ninguno sintió por ti mi corazón sincero.
Amor entre los grandes el primero: Amor de aquello que entre mil hay uno. Se te ofreció inocente y fue importuno. Y lo calló tu voluntad de acero.
¿Por qué quieres vivir vida divina si de la forma humana estás vestido? ¿Acaso el mismo Dios no se adivina
tras de la oscura puerta del destino? Si el alma entre la carne va escondida, ¿por qué este empeño es sofocar la vida?
Retrato de don Pedro de Alvarado
Por la cautiva playa marinera centauro casi, casi profecía sobre una resonante jerarquía alzaba su esperanza aventurera.
De sangre era la cruz no de madera; de hierro la palabra y la osadía; y en el color de la mirada fría iba el peligro de su llama entera.
Encima del clamor y de la muerte, con el seguro paso del más fuerte, volviendo imponderable su figura.
El mundo roto le encendió las iras y entre caballos, flechas y mentiras, se hundió en la almendra de la tierra pura.
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