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10 poemas esenciales de Clementina Suárez

Foto del escritor: Clementina SuárezClementina Suárez

Actualizado: 23 oct 2023

Clementina Suárez

Nació el 12 de mayo de 1902 en Juticalpa, Olancho, Honduras. Desde muy joven abandonó la familia que buscaba confiscarla para el matrimonio tradicional. Intentó refugiarse en una Tegucigalpa que no le perdonó su bohemia, su pasión por los cafés, su gusto por la compañía masculina. Incomprendida por una sociedad somnolienta, se dedicó a escribir, obedeciendo a una fuerza interna sobre temas urgentes y universales. Su espíritu revolucionario, iconoclasta, la llevó a declararse feminista muy tempranamente.

Su franqueza chocó con la moral victoriana y doble de su tiempo. Su propio estilo de vida puso en cuestión la gazmoñería, la sexualidad reprimida, muda e hipócrita de entonces –y de hoy-. Vestía pantalones cortos y traje de baño; celebraba su cuerpo no sólo en su vida sino también en su poesía. Y aunque ella fue la primera mujer que publicó un libro en Honduras, la gente se interesaba más por sus amantes que por su poesía.

Publicó los libros “Corazón sangrante”, “Iniciales”, “De mis sábados el último”, “Templos de fuego”, “Creciendo con la hierba”, “Canto a la encontrada patria y a su héroe”, “El Poeta y sus señales” y “Con mis versos saludo a las generaciones futuras” en Cuba, México, El Salvador y Honduras.

Murió asesinada en 1991.

 

La habitante

Nárrome en días y noches como si yo misma escuchara mi voz o ella remota viniera a mí escapada del círculo de su eco. Duele su grito ahogado en el desesperado /pecho golpeado y desgarrado por amar la /belleza y querer por siempre escribir su nombre en el aire, como si solamente yo fuera la habitante de mi desolado mundo.

 

Combate


Yo soy un poeta, un ejército de poetas. Y hoy quiero escribir un poema, un poema silbatos, un poema fusiles para pegarlos en las puertas, en las celdas de las prisiones, En los muros de las escuelas

Hoy quiero construir y destruir, Levantar en andamios la esperanza. Despertar al niño, arcángel de las espadas, ser relámpago, trueno, con estatura de héroe para talar, arrasar, las podridas raíces de mi pueblo.

 

Sexo

Sexo, encarnada rosa, flor de lujuria por donde salta mi juventud… Lirio encendido en el altar de fuego de roja estancia … Desgarrado fuiste por su loca furia en aquella tarde… En que la divina flor de vida y amor, en ofrenda a su amor yo di. Pero yo te bendigo gruta maravillosa porque la vida me diste Y porque en esa flor estropeada una nueva vida yo también di…

 

Poema en gris

Igual que un pájaro en su jaula que no tiene un cielo azul donde extender sus alas —así me echo de menos— sin los cielos untados de tu presencia donde mi dicha pastoreaba nubes tarde a tarde.

 

El grito

Enfilada y firme espero la hora que desamarre todos los obstáculos y me aviente a los mares de la lucha con la alegre capacidad del que desafiando la muerte vence a la vida! Yo era una desesperada mariposa aprisionada en las paredes de las horas inútiles. Pero el nuevo grito llegó por fin a mis oídos y yo le he abierto los brazos como a un horizonte de luz que me señalara el único puerto de esperanza! ¡Alegría! De los gritos apiñados. ¡Alegría! Del dolor que florece. ¡Alegría! De mis brazos tendidos al nuevo grito del mundo.

 

Estrella, árbol y pájaro

En la estancia de la noche sola yo, soy una estrella. Sola yo, soy una estrella en un ángulo de la luna.

Noche que desgaja lunas para mí, que soy árbol solo. Árbol solo, gris y estático que no va dejando sombra.

En un ángulo del mundo canto yo, pájaro solo. Canto yo, pájaro solo. ¡Ah qué antigua es mi canción!

 

Amor salvaje

Amor salvaje. ¡Qué bien estás, desgarrándome toda! Amor salvaje. ¡Qué bien estás, amenazando mi vida! Amor salvaje. Qué bien estás, contenido en lo inexplicable.

 

Melancolía

Madre o hermana mía, taciturna y huraña que has hecho luminosa tu pobre soledad que suavizaste el quejido y acallaste la saña y ofreces a los tristes tu sombra de piedad. Quiero que me lleves en tu barca sombría por los mares ignotos donde todo es inerte donde reina la noche y muere la alegría a los vastos dominios de donde impera la muerte. Abre tus brazos! Oh gran melancolía! y deja que mi vida se envuelva en tus saudades, así tu gran tristeza del brazo con la mía puede ser que den vida a nuevas claridades. Deja que recueste mi cabeza cansada sobre tu regazo de paz y santidad, que me olvide de todo, lo que me absorba la nada que se esfume mi vida en tu gran soledad. Deja que me abrace a tus sombras tranquilas, que me pierda en tu seno y explore tus arcanos que me sacien de silencio mis hambrientas pupilas y de suavidades mi temblorosas manos. Enséñame la senda melancólica hermana que va hacia los silencios y las renunciaciones que nos lleva a esa tierra misteriosa y lejana donde hallan paz y sosiego los tristes corazones.

 

El hombre y su esperanza

Ahora me miro por dentro y estoy tan lejana, brotándome en lo escondido sin raíces, ni lágrimas, ni grito —Intacta en mí misma— en las manos mías en el mundo de ternura creado por mi forma

Me he visto nacer, crecer, sin ruido, sin ramas que duelan como brazos, sutil, callada, sin palabra para herir, ni vientre que rebase de peces.

Como rosa de sueño se fue formando mi mundo Ángeles de amor me fueron siempre fieles, en la amapola, en la alegría y en la sangre.

Cada caracol supo darme un rumbo y una hora para llegar. Y siempre pude estar exacta. A la cita del agua, de la ceniza y la desesperanza …

Frágil, pero vital, fue siempre mi árbol al hombre y al pájaro le fui siempre constante Amé como deben amar los geranios, los niños y los ciegos.

Pero en cualquier medida estuve siempre fuera de proporciones, porque mi impecable y recién inaugurado mundo tritura rostros viejos modas y resabios inútiles.

Mi caricia es combate urgencia de vida, profecía de cielo estricto que sostienen los pasos.

Creadora de lo eterno, dentro de mí, fuera de mí, para encontrar mi universo. Aprendí, llegué, entré, con adquirida plena conciencia de que el poeta que va solo no es más que un muerto, un desterrado, un arcángel arrodillado que oculta su rostro, una mano que deja caer su estrella y que se niega a sí mismo, a los suyos, su adquirido o supuesto linaje.

De esta ciega y absurda muerte o vida, ha nacido mi mundo, mi poema y mi nombre. Por eso hablo del hombre sin descanso, del hombre y su esperanza.

 

El regalo

Quisiera regalarte un pedazo de mi falda, hoy florecida como la primavera.

Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle -brazo de mar de olas inasibles-

la ebriedad de mis pies frutales con sus pasos sin tiempo.

La raíz de mi tobillo con su eterno verdor,

el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo como arquetipo de lo eterno.

La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante a fuerza de vivir apresurada.

La sombra de mi errante cuerpo detenida en la propia esquina de tu casa.

Un abejeante sueño de mis pupilas cuando resbalan hasta tu frente.

La hermosura de mi cara en una doncellez de celajes.

La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño, y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra.

Mi alborozo de niña que vive el desabrigo para que tú la cubras con la armadura de tu pecho.

O con la mano aérea del que va de viaje porque su sangre submarina jamás se detiene.

La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas y la virginal lluvia del río más oculto.

Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego, el vientre como abanico despliega.

La espalda donde bordas tus manos hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha.

La pasión con que te desgarras en el lecho del mismo torrente inabarcable

como si el mismo corazón se te hiciera líquido y escapara de tu boca como un mar sediento.

El manojo de mis pies despiertos andando sobre el césped.

Como si trémulos esperaran la inexpresada cita donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas.

Y en tus dedos apresado el apremio de la vida que en libertad dejó tu sangre,

aunque con su cascada, con su racha, los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran.

La cabellera que brota del aire en líquidas miniaturas irrompibles

para que tus manos indemnes hagan nido como en el sexo mismo de una rosa estremecida.

La entraña donde te sumerges como buscando estrellas o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos.

La boca que te muerde como si paladeara ríos de aromas;

o hincándote los dientes matizara la vida con la muerte.

El tálamo en que mides mi cintura en suave supervivencia intransitiva,

en viaje por la espuma difundido o por la sangre encendida humanizado

el mundo en que vivo estremecida de gestaciones inagotables.

El minuto que me unge de auroras o de iridiscencias indescriptibles.

Como si el ritmo de tu efluvio soberano salvaras el instante de miel inadvertida;

o dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas el tiempo desmedido y remedido.

en que apresados quedaran los sentidos y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente.

Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas o por tener cicatrices se extenuaran los brazos.

La piel que me viste, me contiene y resuma, la que ata y desata mis ramajes.

La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo y te entrega su más íntimo secreto.

Mi vena, llaga viva, casi quemadura, huella del fuego que me devora.

El nombre con que te llamo para que seas el bienvenido.

El rostro que nace con la aurora y se custodia de ángeles en la noche.

El pecho con que suspiro, el latido, el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada.

La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia y te deja cautivo en él duerme, sueño del amor.

Árbol de mi esqueleto hasta con sus mínimas bisagras.

El recinto sombrío de mis fémures extendidos.

La morada de mi cráneo, desgarrado lamento, pequeña molécula de carne jamás humillada.

El orgullo sostenido de mis huesos al que hasta con las uñas me aferro.

Mi canto perenne y obstinado que en morada de lucha y esperanza defiendo.

La intemporal casa que mi polvo amoroso te va ofreciendo.

El nivel del quebranto o la herida que conmigo pudo haber terminado.

El llanto que me ha lavado y que este pequeño cuerpo ha trascendido.

Mi sombra tendida a merced de tu recuerdo.

 

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