Glauce Baldovin
Glauce Baldovin (1928 – 1997) Fue integrante del consejo de la revista “Mediterránea”, publicada en Córdoba desde 1952 a 1958 y codirectora de la revista “Vertical” entre 1951 y 1957. Dirigió talleres literarios y coordinó grupos de escritores, como “Raíz y Palabra”. Casada, tuvo dos hijos. Se separó de su marido. Uno de los cuales, Sergio, fue desaparecido mientras hacía el servicio militar. Escritora lúcida y muy inteligente, de posición ideológica muy firme y sostenida, fue una comunista heterodoxa. Posee una vasta obra de casi treinta libros recientemente compilados y publicados bajo el título de Mi signo es fuego.
IX
Ordeno los libros me detengo en cada uno lo apretujo Homero Teócrito San Juan Manrique Whitman Brecht Rilke Perse El Popol Vuh Galeano Carpentier Rulfo Poe Hesse Borges Vallejo. Que por Ósmosis me vayan penetrando.
La Soledad acaricia un sobre saca el papel, Mientras lee solloza hunde la cabeza en las manos. Me asomo por sobre su hombro: Es una carta de nuestro hijo secuestrado Fechada en abril del setentaicinco en las Cataratas donde me dice “aquí todo es luz verdor quisiera ser una pantera alada “.
La Magia revuelve hurga en los cajones Artera imperativa Pone en mis manos el documento de La Teología de la Liberación Que tanto nos lacerara. Tanta luz dice la Soledad encendiera en estas horas aciagas.
Con su dedo verde nervado la Magia señala un párrafo. ¡Oh pérfida maldita bruja amada! Comprendo su mensaje. Llevarlo a la poesía hacerlo de todos salvarnos. Solidariamente salvarnos.
XII
Es necesario Amigas nos dice la Soledad hacer un alto en el camino -el lugar nos es propicio- reflexionar sobre los senderos recorridos: rectas círculos concéntricos quebradas zigzagueantes cardar el pasado perfumar y ovillar la fibra que nos resta y comenzar otra vez como tantas veces comenzamos pero ahora con un paso diferente una alegría serena agridulce como las almendras más la sabiduría que los años han ido acumulando.
XVIII
Por la mañana el sol entra a nuestra alcoba Baña el macetero con potus crotos helechos La máquina de coser de la abuela transformada en mesa Donde están los diccionarios -benditos compañeros de toda la vida- y termina recostándose en nuestro lecho: es naranjo mandarino limonero.
La Magia vuela por los rayos del sol juega danza. De pronto abre el Pequeño Larousse ilustrado Corre en mi busca y señala CRIBAR . Cribar digo cernir tamizar. Dejar pasar las sombras quedarse con la luz dejar pasar la mentira la traición la crueldad retener la verdad el amor la ternura el hechizo las alas. Dejar transitar las ansias de poder -corruptas perversas genocidas-
Retener la porfía de luchar contra miedos frustraciones amargor amenazas: mantener el heroísmo de vivir cada día levantando la palabra HERMANO como sacramento y espada.
Sergio
Predestinado nació para la vida para la filosofía y los viajes siderales y con Heráclito empezó a construir su mundo aquel río eterno que siendo el mismo cambia a cada instante. Quiso la revolución de la alegría del hombre conquistando el universo y de las rosas. Amaba al sol al mar a la pantera Y nunca se atrevió a matar una serpiete por más que su presencia lo erizara. Fue su amor por todo lo que existe por lo que palpita de una u otra forma. Y en su joven sabiduría eligió como meta el pensamiento Su esplendoroso rigor El miedo a las contradicciones.
¿Hubiera sido poeta filósofo o simplemente su oficio un imprentero? Nadie lo sabrá jamás. Le trizaron su tiempo
El silencio
El silencio es recordar nuestras voces la tuya y la mía hablando sobre el sol los avatares de la humanidad el amor los barcos.
El milagro
Tantas veces quebré mi esqueleto tantas veces lo recompuse. Sin saber anatomía fui dejando huesos en la tierra Falanges fémur omóplatos crestas ilíacas vértebras. No sé con los que cuento aún Y sin embargo estoy de pie cara al sol sostenida por brisas arbotantes, alimentándome con tu asombro con cada una de tus palabras.
La opción
Es imposible negar esta tristeza el esternón como quebrándose el aire que no llega a los pulmones y las ganas de no estar no saber no haber estado nunca.
Pero es tan criminal como el crimen vivir en la tristeza andar desparramándola contagiándola como una peste y aunque esté casi inválida mi voluntad tendré que optar finalmente por la alegría o la muerte.
La alegría
Bajo el sublimado altar de la tristeza yace la alegría. Postergada. Olvidada. Casi un estigma.
Hela aquí: junto al hombre que cruzamos en la calle en el pan el corazón del alcaucil, la cebolla, la manzana la golondrina que huye y retorna la memoria la canción que nos llega de lejos y cantamos. La aurora, el crepúsculo, el rocío, la garúa. El primer higo que ha madurado. La noche que soñé que regresabas. El gorrión que bajó a comer migas en mi patio.
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