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10 poemas esenciales de Dulce María Loynaz

Foto del escritor: Dulce María LoynazDulce María Loynaz

Actualizado: 23 oct 2023

Dulce María Loynaz

Dulce María Loynaz y Muñoz (La Habana, 1902 – 1997) Poeta y narradora cubana cuya primera obra se inscribe en el posmodernismo insular, dentro del cual fue la figura más representativa de la línea purista. La lírica de Loynaz sedujo por su sencillez y naturalidad y el ritmo y la musicalidad de sus versos, en los que predominó una temática en ocasiones fruto de la angustia y del enigma y motivada por el amor.

 

Criatura de isla

Rodeada de mar por todas partes, soy isla asida al tallo de los vientos… Nadie escucha mi voz, si rezo o grito: Puedo volar o hundirme… Puedo, a veces, morder mi cola en signo de Infinito. Soy tierra desgajándome… Hay momentos en que él me ciega y me acobarda, en que el agua es la muerte donde floto… Pero abierta a mareas y a ciclones, hinco en el mar raíz roto. Crezco del mar y muero de él… Me alzo ¡para volverme en nudos desatados…! ¡Me come un mar batido por las alas de arcángeles sin cielo, naufragados!

 

Desprendimiento

Dulzura de sentirse cada vez más lejano.

Más lejano y más vago…

Sin saber si es porque las cosas se van yendo

o es uno el que se va.

Dulzura del olvido como un rocío leve cayendo en la tiniebla…

Dulzura de sentirse limpio de toda cosa.

Dulzura de elevarse y ser como la estrella inaccesible y alta,

alumbrando en silencio…

En silencio,

¡Dios mío!…

 

Espejismo

Tú eres un espejismo en mi vía. Tú eres una mentira de agua y sombra en el desierto. Te miran mis ojos y no creen en ti. No estás en mi horizonte, no brillas aunque brilles con una luz de agua… ¡No amarras aunque amarres la vida!… No llegas aunque llegues, no besas aunque beses… Reflejo, mentira de agua tus ojos. Ciudad de plata que me miente el prisma, tus ojos… El verde que no existe, la frescura de ninguna brisa, la palabra de fuego que nadie escribió sobre el muro… ¡Yo misma proyectada en la noche por mi ensueño, eso tú eres!… No brillas aunque brilles… No besa tu beso… ¡Quien te amó sólo amaba cenizas!…

 

Eternidad

En mi jardín hay rosas

yo no te quiero dar

las rosas que mañana…

mañana no tendrás.

En mi jardín hay pájaros

con cantos de cristal:

No te los doy, que tienen

alas para volar…

En mi jardín abejas

labran fino panal

¡Dulzura de un minuto…

no te la quiero dar!

Para ti lo infinito

o nada; lo inmortal

o ésta muda tristeza

que no comprenderás…

La tristeza sin nombre

de no tener que dar

o quien lleva en la frente

algo de eternidad…

Deja, deja el jardín…

no toques el rosal:

Las cosas que se mueren

no se deben tocar.

 

Quiéreme entera…

Si me quieres, quiéreme entera,

no por zonas de luz o sombra…

si me quieres, quiéreme negra

y blanca. Y gris, y verde, y rubia,

quiéreme día,

quiéreme noche…

¡Y madrugada en la ventana abierta!

si me quieres, no me recortes:

¡quiéreme toda… o no me quieras!

 

Si dices una palabra más…

Si dices una palabra más,

me moriré de tu voz,

que ya me está hincando el pecho,

que puede traspasarme el pecho

como una aguda, larga, exquisita espada.

Si dices una palabra más

con esa voz tuya, de acero, de filo y de muerte;

con esa voz que es como una cosa tangible

que yo podría acariciar, estrujar, morder;

si dices una palabra más

con esa voz que me pones de punta en el pecho,

yo caería atravesada, muerta

por una espada invisible,

dueña del camino más recto a mi corazón.

 

Yo te fui desnudando de ti mismo…

Yo te fui desnudando de ti mismo,

de los «tus» superpuestos que la vida

te había ceñido…

Te arranqué la corteza -entera y dura-

que se creía fruta, que tenía

la forma de la fruta.

Y ante el asombro vago de tus ojos

surgiste con tus ojos aún velados

de tinieblas y asombros…

Surgiste de ti mismo; de tu misma

sombra fecunda, intacto y desgarrado

en alma viva…

 

Creación

Y primero era el agua: un agua ronca, sin respirar de peces, sin orillas que la apretaran… Era el agua primero, sobre un mundo naciendo de la mano de Dios… Era el agua… Todavía la tierra no asomaba entre las olas, todavía la tierra sólo era un fango blando y tembloroso… No había flor de lunas ni racimos de islas… En el vientre del agua joven se gestaban continentes… ¡Amanecer del mundo, despertar del mundo! ¡Qué apagar de fuegos últimos! ¡Qué mar en llamas bajo el cielo negro! Era primero el agua.

 

Amor es…

Amar la gracia delicada del cisne azul y de la rosa rosa; amar la luz del alba y la de las estrellas que se abren y la de las sonrisas que se alargan… Amar la plenitud del árbol, amar la música del agua y la dulzura de la fruta y la dulzura de las almas dulces…. Amar lo amable, no es amor:

Amor es ponerse de almohada para el cansancio de cada día; es ponerse de sol vivo en el ansia de la semilla ciega que perdió el rumbo de la luz, aprisionada por su tierra, vencida por su misma tierra…

Amor es desenredar marañas de caminos en la tiniebla: ¡Amor es ser camino y ser escala! Amor es este amar lo que nos duele, lo que nos sangra bien adentro…

Es entrarse en la entraña de la noche y adivinarle la estrella en germen… ¡La esperanza de la estrella!…

Amor es amar desde la raíz negra. Amor es perdonar; y lo que es más que perdonar, es comprender… Amor es apretarse a la cruz, y clavarse a la cruz, y morir y resucitar …

¡Amor es resucitar!

 

Selva

Selva de mi silencio, apretada de olor, fría de menta.

Selva de mi silencio, en ti se mellan todas las hachas; se despuntan todas las flechas; se quiebran todos los vientos.

Selva de mi silencio, ceniza de la voz sin boca, ya sin eco; crispadura de yemas que acechan el sol, tras la espera maraña verde… ¿qué nieblas se te revuelven en un remolino? ¿Qué ala pasa cerca que no se vea succionada en el negro remolino?

(La selva se cierra sobre el ala que pasa y que rueda.)

Selva de mi silencio, verde sin primavera, tú tienes la tristeza vegetal y el instinto vertical del árbol. En ti empiezan todas las noches de la tierra; en ti concluyen todos los caminos.

Selva apretada de olor, fría de menta.

Selva con tu casita de azúcar y su lobo vestido de abuela; trenzadura de hoja y de piedra, masa hinchada, sembrada, crecida toda para aplastar aquella, tan pequeña, palabra de amor…

 

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